La creación lírica de Fernando Vegamuz camina por el tenue sendero que divide la Prosa poética y la Poesía.
Pensando en una definición literaria que lo refleje o caracterice con fidelidad, he llegado al concepto de un “estilo poético reflexivo y didáctico”. Todo poeta, en su propio estilo, revela su mirada del mundo que le rodea, hace la “poiesis[1]” de su realidad tamizada por la impronta de sus vivencias y la ofrece a los demás con el solo afán de compartirla.
Rodrigo se encarga de generar una proyección de mundo que permite creerle, responde de forma novedosa al ¿qué pasaría si existieran estos seres extraños y nos atacaran? Si bien al inicio uno puede pensar que es más bien una temática de fantasía, los preceptos científicos usados, permisibles dentro del género, canalizan y amortiguan la trama sin convertirse en una space opera.
La novelette está conformada por once capítulos que nos hacen viajar entre distintos tiempos: partiendo en un futuro próximo, alejándose a cuando tengamos naves buscadoras de mundos, volviendo al pasado, sorprendiéndonos en distintos giros para develarnos de a poco el misterio escondido. La pregunta que nos atrapa desde el título: ¿qué son los Piromorfos?
Es mi padre que me llama y me dice juntémonos, tengo algo que ofrecerte, y yo me pregunto qué podrá ofrecerme él a mí después de tantos años.Entonces el café a las siete de la tarde después de la oficina y la gente que cruza y cruza las calles, y creo reconocer a mi viejo entre todos esos hombres y mujeres aferrados a sus abrigos, preparando sus paraguas por si llueve. Cada tanto me parece verlo entrar al café. Ese es mi padre, me digo cada vez que suena la campanilla que indica que se abrió la puerta del local. La ráfaga sucede al sonido y me entumece los tobillos. No. Ese no es mi padre, a menos que se haya dejado barba. Ese no es mi padre, a menos que haya engordado veinte kilos. Ese no es mi padre, a menos que le haya crecido un pelo negro azabache hasta los hombros y se haya puesto abrigo rojo, se haya pintado los labios y se llame Bárbara. No, me rio, ésos no son mi padre, aunque podrían serlo. Claro que podrían serlo si se lo propusieran, cualquiera de ellos podría ser algo parecido a un padre porque son lo mismo: sólo fantasmas que cruzan la calle incesantemente entumecidos de frío, dejando pasar el tiempo desde que dejó a mi madre llorando y con jaqueca tendida sobre la cama hace ya casi diecisiete años.
La escritura de este volumen de cuentos, autoría de Patricio Espinosa Cuevas, despliega esa orfandad que se pega al cuerpo cuando seres queridos se transforman en ausencias constantes. En un bar, el Quitapenas, se escenifican vidas, recuerdos, amores, llantos, pero también las esperanzas de la mano de una literatura que nos trae de vuelta los relatos de bar, vino, conversación y memoria, mucha memoria.
Una crónica literaria de aquellas, Lina Meruane nos cuenta en este breve y muy intenso texto su infancia y juventud de clase media (la antigua, la desaparecida), y nos relata sin tapujos cómo su familia, el ambiente y la prensa de la época la mantuvieron en una burbuja con respecto a la barbarie de la dictadura. Si bien había “señales”, los factores mencionados, sumado a la natural selección que uno mismo teje de su realidad, se confabularon para que la salida del lugar de confort al llegar a la universidad logr
Este es un libro de sociología escrito por un sociólogo. Sin embargo, apunta a un público más amplio. Por su lenguaje relativamente llano y directo resulta accesible a cualquiera que esté interesado en comprender el pasado reciente de Chile a la luz de la violencia ejercida por parte del Estado hacia la población civil durante la dictadura.
Se trata de un texto que ofrece claves de análisis originales en torno al tema, situando a Chile en el contexto de las masacres y genocidios mundiales que contribuyeron en gran parte a definir el siglo XX, con una mirada que se enfoca no solo en los perpetradores de los crímenes, sino también en el conjunto de los actores involucrados: resulta interesante, por ejemplo, la
“Atmósferas enrarecidas, a ratos pesadillescas, donde la intuición de la debacle se pasea por los bordes tensionándolos. Mujeres que transitan a través de guerras indigenistas, desastres naturales, revoluciones, explosiones de violencia. Una gama de sucesos extraordinarios que se cuela en el doméstico día a día y termina pauteándolo. Sueños premonitorios de un presente en el que ese inquietante imaginario ha dejado de ser ajeno”. Nona Fernández Silanes.
“Es un libro que demuestra bastante seguridad en su propuesta, con un claro enfoque en mujeres del nuevo siglo, donde la soledad asume un signo divergente. Ya no más perdedoras o fracasadas”.
Este trabajo poético recoge la historia del vestuario para reflexionar sobre los cuerpos, las pieles, los pliegues de las épocas y sus arrugas drapeadas. Las telas donde se pinta o cubre un personaje, y bajo é́l, como un palimpsesto, su servidumbre. Los paños envolventes y sus máscaras de sobrevivencia. Las corazas corrosivas, los corsé́s, cierres, bolsillos, candados, rejillas, burkas y parches. La belleza del kimono o la gorguera. Los vestidos inapelables, dolorosos, los sudarios y mortajas, sus fluidos de venda final, y el pañuelo que asume la lá́grima, y el reciclaje.
“En algo más de cien páginas aborda desde lo filial a lo erótico, invitando a los lectores a que se hagan parte del espíritu y materia del libro, pues la hablante lírica de estos textos es mujer y reflexiona sobre su propio género, a través de estos vestidos o disfraces que ocultan y develan, al mismo tiempo. Una propuesta distinta, en un escenario convulsionado que va perdiendo su centro para dar paso a la dispersión”.
Francisco Véjar – El Mercurio, Revista de Libros.
116 págs. PVP $10.000 Poesía e ilustraciones de la autora 16+ años
Marabolí miró su reloj después de escuchar el rugido de su estómago. Habían pasado dos horas desde el inicio del primer turno de guardia y, como era costumbre, solo veía luces en el cielo. Por radio consultó si el rancho ya estaba listo; no obtuvo respuesta. Ya había dado cuenta de su colación, un pan con mortadela y una caja individual de jugo de piña. El sabor de la mortadela lo acompañaba desde la infancia; pero pensar en el rancho que traía el vehículo de la Guardia al cerro Batea le parecía una mejor alternativa para abrigar las tripas. Intentó de nuevo contactar a Armijo, pero la estática ya le estaba resultando irritante. El cabo salió de la caseta y supuso que si daba una ronda podría tener tal vez la excusa para ir a la estación e hincarle el diente a la comida. Doscientos metros lo separaban de la estación radial; y a pesar de que podía ver la punta de las antenas, un peñasco le tapaba la visión directa. Se convenció de que ir a ver por cuenta propia era la mejor idea.
Mi percepción es que cada unx abre o profundiza caminos y eso me parece interesante. En ese sentido me siento cercano, como si nos moviera el mismo ánimo de pensar Chile a través de la ficción. Lo que pasa es que si uno va de proyecto en proyecto, de libro en libro, y no los ve como una totalidad, puede dar la impresión de que estamos cada unx por su lado.
Tránsito Interior recorre cotidianeidades, anécdotas y reflexiones en torno al feminismo, la maternidad, la vida en pareja y el desarrollo profesional de las mujeres en una sociedad que atraviesa marchas multitudinarias exigiendo más derechos, un virus de alcance planetario y la arremetida de la extrema derecha.
Con altas dosis de esperanza y algunos toques de humor, los relatos y versos de esta nueva obra de Eva Débia abren las puertas de su intimidad, invitando a viajar por recuerdos colectivos y revivir los anhelos de un país más justo.
Mi primer acercamiento fue caótico. En el crepúsculo, los círculos y saltos del primer capítulo, Azul de Prusia, me produjeron el mismo mareo que una atracción de Fantasilandia. Con vértigo, Labatut me paseó por la cara menos conocida de la Alemania hitleriana condenada al fracaso, en que se repartían
En algún momento lejano y casi inexistente desde Chile y, en particular, desde el barrio alto de Santiago, emanó la impresión -increíblemente errada- que la transición a la democracia fue por lejos la más pacífica y primermundista de Latinoamérica en pleno. Se trata de una franca falsedad, cuando no de una triste pantomima: transitar de Pinochet a Aylwin y de ahí a Frei, fue todo menos fácil o simple.
Si bien tal generalización es el telón de fondo del libro de Rodrigo Peralta, las luces y sombras de Una luz imprudente no corresponden a ninguna macro historia, y si son históricas lo son en un sentido extremadamente microfísico y testimonial. El poetavaga y atalaya desde el vacío en el poder por la dictadura militar, pero donde mejor se sitúa es en las diversas formas de carencia que esta palabra denota, y que no son rellenadas por una iconoclasia o una catarsis festiva acerca de la libertad individual. A medida que el poeta narra o vivencia lo que aparece tras el vacío, lo que encuentra es más vacío, sea el de la promesa del bienestar económico, o el de cierta europeización social, lo que aparece en cada lugar que el habitante visita es esa aura que únicamente puede emanar de lo que es y no es al mismo tiempo, de lo incierto y lo a medio camino.
